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Published in Peru - Social interactions and entertainment - 22 Jun 2024 13:11 - 4

Simo Häyhä, el francotirador que aterrorizó a Stalin


Se tumbaba y cubría su cuerpo de nieve. Masticaba hielo y esperaba cuento hiciera falta a que apareciera un enemigo. Cuando algún soviético tenía la mala suerte de ser localizado entre el guiño de Simo Häyhä y el cañón de su fusil, su cuerpo acababa tendido sobre la nieve con el eco de un disparo rebotando en los árboles del bosque. Así hasta en más de 500 ocasiones.

Simo Häyhä está considerado el mejor francotirador de la historia. Nació en Rautjärvi, un pueblo de Finlandia. Se crio trabajando en la granja de sus padres, cazando y esquiando por las llanuras nevadas de su país. Con 19 años tuvo que asistir al servicio militar obligatorio y allí descubrió nuevas posibilidades. No tardó en unirse a la Suojeluskunta, una milicia de voluntarios que se traduce como “Guardia Blanca”. No dejó de entrenar su puntería y empezó a cosechar títulos de las competiciones locales de tiro a las que acudía. Se cuenta que en estos campeonatos fue capaz de acertar en un mismo objetivo hasta dieciséis veces por minuto a una distancia de 150 metros. Era un fuera de serie.

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Simo Häyhä: el francotirador de la cara desfiguradaSimo Häyhä: el francotirador de la cara desfigurada
La guerra de Invierno
En el mes de noviembre de 1939, al poco del inicio de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética invadió Finlandia. Simo Häyhä, como componente de la Guardia Blanca, fue llamado a filas de inmediato para defender a su país. El Ejército Rojo de Iósif Stalin superaba en número a los finlandeses de una manera abrumadora, pero los soviéticos no estaban preparados para hacer frente al enemigo en su territorio. La táctica militar empleada (por llamarla de alguna manera), resultó patética y decenas de miles de soldados de la URSS cayeron muertos ante los indetectables y aguerridos finlandeses.
La coordinación soviética fue nefasta en un ejército que no estaba preparado para combatir sobre la nieve y con temperaturas bajo cero. Ni siquiera llevaban el camuflaje blanco adecuado para aquel entorno. Para un experto como Simo, aquello era como disparar a los patitos y no tardó en pasarse el juego.
La técnica de un cazador de las nieves
Lo más espectacular, sin duda, fue la técnica de Simo Häyhä para acabar con tantos soldados enemigos. Se movía como un fantasma, todo de blanco, esquiando tal y como llevaba toda su vida haciendo. Tan importante es la puntería de un francotirador, como no ser detectado.
Häyhä buscaba un buen lugar donde tumbarse en el bosque. Se cubría de nieve de forma que sus disparos no levantaran restos de polvo que pudieran revelar su posición. Con la misma intención, se metía hielo en la boca para no soltar vaho al respirar. Permanecía quieto el tiempo necesario a la espera de su presa, nada que no llevara años haciendo en sus jornadas de cacería. Simo Häyhä utilizaba el fusil con el que estaba familiarizado en su desempeño como Guardia Blanca: el Mosin-Nagant M28. Lo que resulta inverosímil es que no lo equipaba con mira telescópica, pues según la experiencia de Simo, estas se empañaban con el frío o incluso se rompían, además de soltar reflejos que también podían delatarle. Así que únicamente con la mira abierta de hierro, Simo Häyhä acertó a blancos situados a una distancia de hasta 300 metros y sumó 542 víctimas.
Toda una leyenda
El número de cadáveres que tiñeron de rojo la nieve a manos de Simo está en duda. Según la fuente a la que dirijas tu atención, se habla de 259 bajas con su rifle, alrededor de 400 o el récord absoluto de un francotirador superando los 500 muertos.
Recibió el apodo de “la Muerte Blanca” y el número de bajas pudo ser inflado por la propaganda bélica de Finlandia. Todo pueblo en guerra necesita héroes y la prensa del país se encargó de narrar las hazañas del granjero que estaba acabando con los invasores soviéticos. De ser cierta la cifra de bajas logradas por el francotirador, Simo Häyhä acabó con una media de cinco enemigos al día durante los tres meses y seis días que duró su intervención en la guerra de Invierno entre Finlandia y la URSS.
Le borraron la sonrisa
Simo Häyhä era poco dado a posar en fotografías, pero en las pocas que le sacaron siempre lucía una sonrisa. El 6 de enero de 1940 dejó de sonreír para siempre. Una bala explosiva le impactó en la cara, le destrozó el perfil izquierdo y cayó en coma. Una semana después despertó en el hospital a la vez que la guerra terminaba con Finlandia cediendo territorios a la URSS.
Tras 26 cirugías, Simo pudo salir con vida, pero con la cara desfigurada como recuerdo constante de la guerra. Dedicó sus días a cazar alces y criar perros en una granja hasta que murió en 2002 a la edad de 96 años. En alguna entrevista confesó que su único secreto fue la práctica. Y cuando le preguntaron por el número de muertos a sus espaldas, contestó:
“Hice lo que me dijeron que hiciera, lo mejor que pude.
No habría Finlandia a menos que todos los demás hubieran hecho lo mismo”.


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